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martes, 28 de junio de 2011

Marisol Pérez Tello tiene como meta restituir la dignidad del Congreso‏

Marisol Pérez Tello: “Todos podemos con todo”


Terrible en el colegio, expulsada de ‘la Católica’. Fue actriz, mecánica, bombera. Se hizo abogada y la asqueó el sistemas judicial. Le urgía ubicarse. Vio en un concurso público para notarios la gran oportunidad para resarcir su imagen ante sus padres, ¡la rompió! Su empresa ahora es restituir la dignidad del congreso

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Hasta 1996 en todo el Perú no había más que unos sesenta notarios. Para que se abriera una nueva plaza, uno de estos tenía que morir. Ese año, sin embargo, en respuesta al crecimiento poblacional se abrieron 67 nuevos cupos. El concurso público duró dos años, el tiempo que le tomó a la abogada Marisol Pérez Tello demostrarle al mundo que ella no era un desastre. En realidad, ya había comenzado a hacerlo, pues un año antes había concluido un diplomado en Derechos Humanos en España. Tenía 29 años, se convirtió en la segunda notaria más joven del país. A partir del 28 de julio el ejercicio de su profesión entrará en receso, pues asegura que se dedicará a trabajar para servir a todos los peruanos… El tiempo la juzgará.
¿Qué tan movida era en el colegio?
Terrible… Terrible. Terrible. Terrible.
¿Cuántas veces las monjas sentenciaron que usted no sería nadie en la vida?
Nunca. ¡Mis monjas son lo máximo! A pesar de ser religioso, mi colegio me dejó ser; me dejó ser y hacer barbaridades –todas las que se te puedan ocurrir-; supo canalizar toda mi energía: a través del deporte, de la ayuda social… Claro que también me mandaron varias veces castigada a mi casa (ríe), pero me guiaron bien. Yo tengo una inmensa gratitud por mi colegio.

Hay centros educativos que asocian al indisciplinado con un magro futuro.
Puede haber una relación, pero yo soy profesora en una universidad y es de ellos de quienes más espero. Será que me identifico con las personas de espíritu inquieto… Me pongo a pensar en las chicas inquietas de mi salón –que eran casi todas- y a todas les ha ido bien. Además, ten en cuenta que yo pertenezco a la generación que no sabía si al día siguiente iba a estar viva (debido a los atentados terroristas). Muchas de mis amigas se fueron, por temor a las bombas algunas se fueron incluso sin haber terminado una carrera.


Su papá fue médico, su mamá es contadora, ¿por qué eligió abogacía?
No había forma de que fuera médico. Alguna vez mi papá me pidió que lo acompañe a una cirugía –feliz de que su hijita lo viera trabajar, yo tendría 9, 10 años- y casi me desmayo. Salvo teatro, nunca pensé en seguir otra cosa que no sea Derecho.


¿Cuál fue la reacción de las monjas cuando lo supieron?
Se rieron… Me tenían mucha fe, sabían que conmigo habían hecho un buen trabajo; sabían que era alegosa, quejona, la que salía a defender siempre a quien creía que habían castigado de manera injusta.


Sin embargo, comenzó a ejercer y el sistema judicial la frustró.
Absolutamente. Ejercí seis meses, llevé un par de juicios penales y dije: “Esto no es para mí… Esto hay que cambiarlo por completo”.


Se dio cuenta de que el Derecho no es nada derecho.
De que no necesariamente podías cambiar la realidad apelando a la ley… Enfrentar ese sistema era una cosa durísima, enfrentarlo desde esa línea de batalla; porque hay que enfrentarlo ¡de todas maneras! Me tuve que enfrentar a todo eso que sabes que existe pero que no ves: la arbitrariedad, la coima… y dije: “Esto es un asco”; porque además yo no estaba dispuesta a coimear.


¿Como estudiante no previó que eso iría a pasar?
No, porque lo sabía como lo sabe todo el mundo, pero sentí que yo podría estar por encima de eso.


Creyó que podía con todo.
Todos podemos con todo, lo que hice fue cambiar de trinchera. No me rendí. Dije: “Desde esta trinchera no voy a ganar; y como sé cómo soy, cuáles son mis principios, ¡mis clientes se iban a quedar presos! Mejor primero me cargo a todos los corruptos y después regreso a litigar”. O sea, no renuncié, elegí otro camino.


El concurso que entonces se abrió para notarios apareció en el momento preciso.
Fue un reto. Yo venía de la Católica, de haber tenido un rendimiento académico ¡pésimo! Me invitaron a retirarme (ríe)… y yo necesitaba reivindicarme conmigo.


La botaron, por eso terminó en la San Martín.
Claro; y en el ínterin tuve un año de estudiar mecánica. También soy electricista, tornera…


Bombera…
Sí, pero por muy poco tiempo, porque me la pasaba limpiado. ¡Nunca apagué nada! Ni una cocina, así que me aburrí.


A ver: actriz, mecánica, electricista, bombera… Nada de esto tiene que ver con la abogacía.
Yo era muy chica cuando entré a la universidad, y cuando me botan entro en una etapa de: “Y ahora, ¿qué voy a hacer?”… Y empecé a hacer todo lo que me había gustado toda la vida. Así me pasé un año.


¿Qué decía su papá?
Que la vida me iba a cobrar el no haber estudiado lo que correspondía, que nada de lo que él me dijera iba a ser tan fuerte como eso; y ciertamente tenía razón, porque luego tuve que quitarme de encima esa imagen, porque el burro del salón va a ser siempre ¡el burro del salón! (ríe)… Y postular a ese concurso para notario me daba esa oportunidad de revancha. Fue eso, porque entonces no valoraba el tema notarial como ahora. Un notario, para mí, no era más que un señor que se la pasaba firmando (ríe); y no, esto es mucho más, es algo espectacular.


Ustedes dan fe, certifican documentos que son vitales para las personas.
¡Claro! Así como el médico asegura tu salud, el notario tiene que ver con tu seguridad jurídica. ¡Un notario puede resucitar a un muerto! Uno tramposo, por supuesto. Yo estoy muy feliz de mi decisión, porque además este oficio me ha dado la tranquilidad económica para poder enseñar. De lo contrario, me habría sido imposible dedicarme a la docencia.


Ocupó el cuarto lugar en ese concurso público.
Estudié todo lo que no había estudiado en mi vida.


Aprobó con 19.
Sí.


¿Qué sintió cuando vio al notario Oscar Medelius involucrado en las firmas falsas del fujimorismo?
En ese momento todavía no tenía clara la importancia de un notario para un país. Entonces me pareció lo mismo que para cualquiera: que era un delincuente.


Usted se graduó en los 90, en la peor década para su oficio, en la que el fujimorismo compró a su gusto a abogados, jueces, notarios…
Sí, fue una década en la que imperó el miedo a defender la justicia.


También pudo ser su caso…
¡Jamás! Yo tengo una bendición: mis placeres, no se compran. No tengo debilidad ni por el poder ni por el dinero.


Podríamos pensar que un notario la tiene fácil, pues abre su oficina y la gente siempre los va a buscar.
Siempre. Si bien este ya no es el negocio que fue hasta hace quince años, sí es una profesión que te permite vivir con tranquilidad.


Lo bravo es acceder a ser notario.
Eso es recomplicado. Hay que tener suerte para que se te den las condiciones: que se abra una plaza, de estés en una edad en la que puedas dedicarle diez horas al estudio y que tengas la disponibilidad económica. En mi caso, se dio; y como te dije: esto me ha permitido enseñar, tener proyectos de investigación, proyectos de campo con estudiantes. Tengo uno de derechos humanos –que trabajamos diez años- y que ha dado resultados impresionantes, que le ha permitido a los chicos que participaron convertirse en agentes del cambio. Todo eso me lo ha permitido la notaria.


Y entonces, ¿por qué meterse en política?
Porque yo he hecho política desde que tengo uso de razón. Es parte de mi esencia, yo todo el tiempo tengo que estar arreglando cosas… Los momentos más difíciles de mi vida han sido aquellos en los que he tratado de tener un tiempo libre. A partir de que hice política universitaria entré al PPC y me formé en el social cristianismo. Siempre me ha gustado llevar a los grupos hacia determinados fines, y la política me permite hacer cambios estructurales; porque la caridad llena tu alma y tu espíritu, pero solo brinda cambios temporales, la notaría puede asegurar a un grupo de personas ante un tema determinado, la cátedra sí genera cambios en las personas, pero la política te permite realizar cambios mayores: una norma puede cambiar una realidad. Eso es lo que me llevó a esto: porque si se hace bien, si entiendes la política como un servicio, se pueden lograr muchas cosas importantes ¡que mi espíritu me reclama!


Un espíritu del que carece la gran mayoría de sus 129 futuros colegas.
No importa. No se necesitan cien, y creo que sí hay los suficientes; nos iremos descubriendo y conociendo en el camino, pese a que ideológicamente tengamos rutas distintas, porque ¡sí hay gente que quiere un país mejor! Tenemos que ponerle ganas ¡y denunciar! Hay que limpiar la casa y poner la basura donde debe estar.


Es conocida por hablar claro, ha cuadrado a los tótems del PPC.
En el PPC entendemos que no todos pensamos igual. Lo que tenemos en común no es la amistad ni el compadrazgo ni un negocio, sino una manera de entender el Perú y la política, y esa manera requiere de discusión, de debate, del diálogo de todos los puntos de vista distintos.


Es económicamente…
¿Perjudicial hacer política en el Perú? ¡Absolutamente! Hacer política de verdad, decente, de servicio, tiene cero rentabilidad.


César Zumaeta, el actual presidente del Congreso, ha defendido a los congresistas reelegidos que quieren cobrar además de su sueldo de julio, conceptos de desinstalación e instalación parlamentaria.
Es una vergüenza. Eso pasa porque si tú quieres a los mejores trabajando por el país, tienes que ofrecer sueldos competitivos. Si yo no fuese notaria, ¡no podría hacer política en este país! Porque como yo nunca en la vida me voy a robar un sol que no sea mío, yo no puedo aceptar una dependencia económica de la política porque eso me quitaría libertad.


En el Perú son pocos los que se atreven a hablar claro.
Se acomodan. La desgracia de los partidos políticos es que terminan convirtiéndose en agencias de empleo.


Debe haberla decepcionado el que PPK haya dejado ahí nomás su renuncia a la nacionalidad estadounidense.
Espero que eso se dé, porque yo lo respeto y quiero seguir haciéndolo. Los seres humanos tenemos que honrar nuestra palabra. Yo tengo la certeza de que él no ha mentido… hasta que se demuestre lo contrario.


¿Qué tan importante es que quienes hacen empresa se comprometan en política?
Es indispensable, porque la empresa genera crecimiento. Hablo de la empresa decente, no de la que genera utilidad a costa del trabajador al que no le pagan horas extras; al dueño de esa empresa hay que decirle que está robando, que es un explotador.


¿Tienen parte de responsabilidad los gremios empresariales en que el ego del presidente se haya desplegado a su gusto? Jamás le han hecho el pare.
Es que esos gremios que tanto miedo le tuvieron al Ollanta Humala del 96 nunca se pusieron a pensar que si hay desconfianza en la inversión y en el crecimiento económico, es porque la empresa no ha sido responsable: hay que hacer reparto de utilidades, pagarle todos sus derechos a los trabajadores, porque el crecimiento tiene que ser de todos.


Hay que saberle decir no al presidente cuando es necesario.
¡Por supuesto! El presidente es un servidor público.


Este lustro su empresa va a ser aniquilar la imagen de otorongos que tienen los congresistas.
Así es. Me interesa hacer lo que el país necesita que se haga –desde donde estoy yo-, y una de las cosas que el país necesita a gritos es recuperar el respeto por las instituciones; y eso no se consigue con una ley.


Necesitamos referentes.
¡Para eso nos dicen padres de la patria! Pero, así como estamos, la gente más bien debe querer decir: “Prefiero ser huérfano, gracias”.


¿Basta ser mujer para ser honesto?
No. Ese no es un tema de sexo.


¿No es machista que el acceso de la mujer en política esté determinado por un sistema de cuotas?
Me ha costado mucho aceptarlo, porque como me ha gustado pelear mucho –¡siempre!-, lo veía como una ventaja; y a mí me gusta ganar sin que me den ventaja. Pero somos pocas las mujeres que hemos tenido las oportunidades que nos han dado la capacidad de competir. La ley de cuotas compensa la diferencia estructural que sufre la mujer peruana promedio, le ofrece una opción.


¿Cuál es la mejor herencia que le va a dejar a su hija?
El honor, que nunca se avergüence de quiénes son sus padres ni ella misma. ¿Lo demás? Que se lo gane ella trabajando.


FICHA
Nombre: María Soledad Pérez Tello de Rodríguez.Colegio: Regina Pacis.Estudios: Abogada de la Universidad San Martín de Porres especializada en Derecho Notarial. Tiene una maestría en Derecho Constitucional por la PUCP y dos diplomados -en Derechos Humanos y en Medio Ambiente- por las universidades Complutense y Politécnica de Madrid (España), respectivamente.Edad: 42 años.Cargo: Notaria de la Notaría Pérez Tello y catedrática de la USMP.

Notaría Pérez Tello
Con un préstamo familiar de US$20 mil Marisol la abrió en junio de 1999. Incluidos ella y el portero, al inicio eran cinco personas.


Crecimiento
Hoy tiene 26 empleados y factura un promedio mensual de S/.140 mil. 

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