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martes, 5 de mayo de 2009

Lo que todo militante y simpatizante del PPC debe conocer



Ideario

El Partido Popular Cristiano hunde sus raíces en una doctrina humanista, la SOCIALCRISTIANA, que ha inspirado fecundas realidades sociales, y se pone en marcha con decisión inquebrantable hacia una meta de Bien Común para la Patria. Funda su acción en la ética cristiana, sin ser por ello organización confesional


El Partido Popular Cristiano, en consecuencia, no nace solamente por motivaciones políticas inmediatas, ni aspira únicamente a una acción de corto alcance: y al confrontar al país con esa doctrina, conoce que debe desencadenarse en él un acelerado proceso de cambio social, no por novelería de modificaciones, sino porque es consciente de su grave deber de contribuir a instaurar, con su aporte y desde lo político, una nueva sociedad, en que las instituciones y los hombres hayan mejorado, no sólo por la justicia o prosperidad material que puedan obtenerse, sino, básicamente, por la fraternidad y el ascenso humano personal, pues el problema no se limita a corregir estructuras defectuosas y a construir nuevas. Y porque sabe que por encima de cada elemento caduco que se supera, por encima del gesto franco que lo rechazó, lo que más vale es la nueva realidad que se supo crear, aunque ésta sea parcial, aunque se encuentre todavía alejada de la imagen ideal que se persigue.

Partido y Bien Común

El Partido Popular Cristiano está integrado por hombres y mujeres de todas las ocupaciones y clases sociales, y se ha fundado para encarar y resolver los agudos problemas del país y promover su desarrollo integral según el criterio de la Doctrina Social Cristiana y apoyándose en sus principios. Con una conducta política honesta, transformadora, concreta y eficaz, auténticamente democrática. Y es objeto del presente Ideario formular esos principios primordiales a los que sujeta su acción realizadora.

El Partido tiene como misión irrenunciable hacer del Perú una sociedad comunitaria, entendiendo por ello su proclamación del Bien Común como razón suprema del orden político.

Esa afirmación del Bien Común no debe confundirse con ninguna concepción colectivista, pues su finalidad no es otra que la promoción humana total y solidaria, la que no puede lograrse sin el respeto a la dignidad de la Persona Humana, y la participación libre y responsable de ella en la conducción de la Comunidad.

El Bien Común así considerado determina la afanosa tarea por una Democracia plena, que no limite la eficacia del régimen representativo, libre e igualitario, a la esfera de lo político, sino que lo ensanche hasta abarcar todas las funciones de la vida social.

El Bien Común ha de implantarse en un doble proceso, simultáneo, de personalización, que es el desarrollo de las virtualidades del Hombre como ser espiritual, libre, protagonista de su destino; y de socialización, que significa el arraigo de la fraternidad por medio de soluciones y procedimientos de integración social, en un armónico pluralismo institucional que equilibre y promueva la labor concertada de las comunidades intermedias (familia, escuela, asociaciones gremiales, grupos voluntarios, municipios) y el Estado.

De las bases mencionadas se desprenden el enérgico repudio que el Partido Popular Cristiano formula ante el sistema liberal-capitalista, en cuanto representa una orientación egoísta que ignora el Bien Común, y en cuanto encarna una práctica materialista, opresora y oligárquica. Igualmente, el absoluto rechazo de toda concepción totalitaria y colectivista, especialmente la marxista-leninista, que desconoce el valor de la libertad humana con su determinismo económico, que desvanece toda moral en el relativismo oportunista, y que aplasta la dignidad personal con el Estado todopoderoso, el positivismo jurídico y el ejercicio dictatorial de la autoridad monopolizada por el Partido único. De su misma doctrina surge la condena del Partido a toda discriminación racial, religiosa, económica o social que vulneran al Hombre.

Consciente de su deber, el Partido expresa que pondrá todo su empeño en evitar que las tensiones, problemas e injusticias que se manifiestan aún en la sociedad peruana, al no encontrar solución democrática, alienten la subversión comunista o entronicen una dictadura. En igual forma luchará contra los frenos y lastres que impiden el cabal desenvolvimiento de la mujer.

Principios Fundamentales

El Hombre es un ser espiritual. Por ser libre tiene derechos que nadie le puede quitar: a la existencia; a un nivel de vida digno; al debido respeto a su persona; a la manifestación y defensa de sus ideas; a una objetiva información; a participar de los bienes de la cultura; a honrar a Dios según el dictamen de su conciencia; a la elección del propio estado; a fundar una familia y a procrear y educar los hijos; al trabajo y a su justa retribución, a la libre iniciativa en lo económico; a la efectiva propiedad privada de los bienes, incluso productivos; de reunión y asociación; de residencia y emigración; de tomar parte activa en la vida pública; de defensa jurídica de sus derechos. El ejercicio de esa libertad conlleva el derecho a luchar por la eliminación de las restricciones injustas; pero ella, la libertad, es substancialmente positiva pues es fuente de determinaciones personales responsables. Y por ser responsable el Hombre debe cumplir deberes con la Sociedad: respeto de los derechos ajenos; procurar el bien de los demás, sintiendo como propias sus necesidades. Derechos y deberes que son el único fundamento de una convivencia humana auténtica.

El Hombre no vive aislado. Integra diversas Comunidades y Asociaciones. La principal es la Familia, que debe darle expansión y estabilidad, con el pan y el techo, la propiedad y la cultura; en un espíritu de paternidad responsable. Luego la Escuela, estatal o privada, limpia de sectarismo o mercantilismo, eficaz para las tareas que el país demanda. El gremio o asociación profesional, unificador e impulsor de los que comparten una actividad. El Municipio expresión de la solidaridad local, emanado del pueblo y atento a su bien específico. La Región, con sus intereses propios, que urge a un descentralismo efectivo y debe encontrar la organización que la impulse. La Nación entera, en la afirmación gallarda de su personalidad mestiza y de su patrimonio moral y material. Todo ello plasmando una vida pluralista, variada y dinámica, liberadora de la opresión del Estado o de cualquier otra concentración abusiva del poder. El Hombre deja de ser marginal, es tomado en cuenta, se incorpora activamente a la vida social, sabiendo que su aporte es irremplazable.

La Economía debe estar al servicio del Hombre, de todo el Hombre y de todos los hombres. Debe poner al lucro por debajo de la satisfacción de las necesidades, y afirmar su prosperidad en el encuentro fraterno de todos los productores, en la exaltación del trabajo, y en la comunicación y difusión de los medios de producción, hasta la superación de la “condición proletaria”. Se requiere una reforma del crédito, como instrumento de una política de producción y como elemento de promoción regional; y una defensa permanente del valor de la moneda.

La Propiedad Privada de los bienes de consumo y de los medios de producción es un derecho natural, porque es expresión y defensa de la libertad personal. Puede ser individual o cooperativa. Y en el Perú se manifiesta excelentemente en la forma comunal, que supone la integración de la parcela familiar en el bien del grupo, y necesita mejor definición legal y fomento social y económico. Pero no es un derecho absoluto: tiene siempre una función social, el Estado debe fijar sus límites, y está subordinado al fin primordial de los bienes, que es satisfacer las necesidades de todos los hombres.

Queremos el advenimiento de “una Economía de propietarios”. Aspecto sustancial de la misma s el proceso de Reforma Agraria, iniciado ya, que debe ser auténtico en la supresión del latifundio, en la elevación de la productividad y nivel de vida del campesino, y en las nuevas formas de organización de su esfuerzo. Los monopolios deben ser combatidos. La especulación y la usura reprimidas.

El Estado debe ordenar planificadamente las iniciativas públicas y privadas; regular la libre concurrencia; asumir la ejecución o expropiar en casos justificados por la necesidad nacional; y fomentar siempre la labor productiva. Su política de impuestos tiene también un objetivo social: la justa distribución de la riqueza. La autoridad pública debe establecer legalmente el régimen de propiedad, sin atropellar el derecho natural. El Estado, a quien pertenecen las fuentes naturales de riqueza, debe vigilar por su máximo aprovechamiento en beneficio común y sin mengua de su soberanía.

El Trabajo, desde el punto de vista moral, tiene la primacía entre los factores de la producción por ser el aporte humano por excelencia. La realización de su dignidad supone, en primer lugar, la reivindicación del obrero, del campesino, del artesano o del empleado, y su liberación de toda alienación, lo que traba o maltrata su ser. Es urgente su formación técnica, encaminada al pleno empleo. Se requiere su acceso a la propiedad. Es indispensable su asociación sindical libre, representativa. El país reclama la superación del antagonismo estéril entre trabajo y capital y la instauración de la solidaridad entre ellos; por eso las Relaciones Industriales y la Reforma de la Empresa (abierta a la incorporación del trabajador en las utilidades, en la gestión y en la propiedad de la empresa), son caminos de solución que deben emprenderse con generosidad y audacia. El Seguro Social debe otorgar su amparo con amplitud y sin complicaciones burocráticas.

El Desarrollo debe ser resultado de la participación consciente de todos en la tarea y el sacrificio comunes, de la solidaridad patriótica de las clases sociales, y del impulso equilibrado a la expansión de los diversos sectores. Por eso también los beneficios que se logren deberán justamente compartirse. El crecimiento productivo ha de ser básicamente realizado por la iniciativa privada, encuadrada por la planificación nacional. Y en él toca un papel fundamental a la juventud que debe considerarlo su misión histórica. La eliminación de las grandes desigualdades económicas –fuente de exclusiones políticas y culturales- ha de ser su primer fruto; la Salud, la Educación y la Vivienda, son metas primordiales.

El Estado es una organización jurídica de la Nación, su gobierno político. Su razón de ser es la realización del Bien Común. Para ello debe impulsar la iniciativa privada, corregirla y castigarla cuando abuse, suplirla cuando sea insuficiente o ponga en peligro su soberanía. Para que las autoridades sean efectivamente representativas debe renovarse el sistema de su designación, a fin de incorporar a todos los sectores del país en las decisiones políticas. La ley no debe desconocer la realidad y su vigencia debe ser absoluta. Los Poderes del Estado no deben interferirse. La administración pública debe reformarse para ser eficaz. Debe castigarse severamente toda forma de inmoralidad en la función pública. Los Partidos Políticos deben actuar libre y responsablemente, con democracia interna y sentido nacional.

La Sociedad Internacional aspira a una paz que sea fruto del respeto a los derechos de cada Nación y del Hombre en el interior de ellas, y de una colaboración estrecha de los pueblos, que empuje a los menos desarrollados, sin colonialismo alguno. La función Social de la riqueza también es válida entre naciones. La posición del Perú debe ser abierta a los encuentros humanistas y altiva en la defensa celosa de las esencias nacionales.

La Acción Política

El Partido Popular Cristiano quiere normar su actuación política, de modo especial, con las siguientes pautas:

- Un tenaz empeño por la Justicia. En todas sus formas: Conmutativa, distributiva y social. Con apremio por su realización diaria. Sin la utopía de creer que se alcanza del todo al primer esfuerzo. Ganándola en progresión incesante, en combate sin descanso. Consciente de que la miseria, moral o material, es incompatible con un orden aceptable.

- Nuestra aceptación del término Revolución, si designa una acción en pos de cambios sociales estructurales y rápidos; si define que no puede haber compromisos con los males nacionales; si afirma que hay un gesto de ruptura en el cambio de rumbo fundamental que supone: aplicar todos los recursos disponibles, para obtener las mayores transformaciones posibles, en el plazo más corto y con el menor costo humano y económico. Nuestro desacuerdo total si con la palabra Revolución se predica violencia, se empuja a unas clases contra otras y se pretende un cambio súbito. La violencia malogra el proceso de cambio; la obra de todas las clases es imprescindible y todas son respetables en sus derechos fundamentales; el mejoramiento sólo puede ser progresivo.

- Una apertura al conocimiento verdadero de la realidad concreta del país que queremos renovar. Realismo; no la demagogia o el verbalismo de las ideas abstractas, de los principios generales, que no saben o no quieren encarnarse, eludiendo el auténtico deber político. La tarea es tremendamente seria y la validez de una doctrina social se juzga por su capacidad de corregir lo defectuoso y de implantar lo mejor, con fórmulas propias.

- El diálogo entre las entidades políticas o sociales. Encaminando a la obra conjunta. Las grandes metas nacionales no pueden ser empeños excluyentes. Se necesita movilizar vastos sectores de opinión y trabajo. Alentar sus luchas. Orientar su marcha. Con respeto a todas las convicciones ajenas. Con cordialidad en la relación humana y civil. Rechazando la intolerancia y el absolutismo de un hombre o un Partido. Con afán de promover soluciones solidarias, y, si no son posibles, en una pugna sin rencores ni resentimientos. Sólo así podrán removerse las viejas raíces de las taras sociales y detenerse la oposición recalcitrante de los intereses creados.

- Debe forjarse una nueva mentalidad, en la juventud, en los hombres y mujeres de la producción, en las amas de casa, en los maestros y profesionales, en individuos e instituciones. Debe levantarse, definitivamente, la voluntad de poner fin a los abusos que perduran. Debe sentirse, de una vez por todas, que el problema del Perú es responsabilidad de cada uno. Debe buscarse, con imaginación y técnica, las soluciones nuevas.

- Estamos convocados a una esperanzada labor de creación, de construcción de un nuevo país. En actitud positiva, que mira adelante. Nacionalista, pero no con optimismo ingenuo, sino crítico y prudente. Con esperanza, con seguridad en que si hay voluntad de trabajo, rumbo definido y conductores responsables, nuestro pueblo –en el que ponemos plena confianza- sabrá responder a los retos del presente y acoger el futuro sin temor.

- Será así sencillo en la larga faena y arrogante en la afirmación de sí mismo. Austero como corresponde a su ser republicano, e insaciable en la búsqueda de la perfección individual y colectiva. Y su desarrollo, de ese modo, será personal y comunitario, es decir auténtico.



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