Por Federico de Cárdenas
La instalación de una segunda vuelta en las elecciones regionales ha alterado el calendario electoral y parece haber tomado por sorpresa a partidos y movimientos. ¿En cuánto se ha adelantado el cronograma?
–En mes y medio, y es verdad que ha sorprendido a partidos e independientes y que puede traer consecuencias. En el pasado, con una sola vuelta, algunos resultados no se conocían hasta fines de diciembre pese a que las autoridades regionales y ediles deben asumir el 1º de enero. ¿Qué pasará cuando finalice octubre y no sepamos cuántos departamentos pasan a segunda vuelta? La ley habla de 30 días para convocarla, pero esto no será posible hasta contar con el último de los resultados, que por añadidura podría ser cuestionado. Recién con la convocatoria, es posible demandar un mes después presupuesto para los comicios.
¿Imaginas la posibilidad de retardo? Hay la posibilidad de cruce con la primera vuelta de la elección presidencial. Estuve siempre en contra de la existencia de una segunda vuelta, incluso presidencial, debido a la mala copia del ballotage francés que implica. Pero instalarla a nivel regional me parece un despropósito, no va a resolver los cuestionamientos que se hacen a ciertas autoridades, que no derivan de su origen, sino del desempeño de su cargo.
–Con el cambio de cronograma, ¿en qué momento las candidaturas deben estar definidas?
–En julio, con algunos elementos que aportan pistas previas. Por ejemplo, quien está hoy inscrito en un partido y desea ser candidato por una agrupación distinta, debe renunciar a más tardar el 5 de febrero. Hay también un cruce de cronogramas, pues entre la primera y segunda vuelta regional ya se tiene que haber convocado a elecciones generales. Y, desde luego, se tiene que haber cumplido con la inscripción de partidos, concreción de alianzas y comicios internos. El adelanto hace que el próximo diciembre no solo sea un mes navideño, sino un mes electoral.
Castañeda y Humala
–Hablemos de Castañeda, de quien todo indica que se ha decidido ya por la candidatura presidencial.
–En este momento tenemos dos presiones en distinta dirección: una sobre Castañeda para que –seducido por las encuestas– acepte ir a la presidencia. Y la otra, en sentido inverso, es sobre Lourdes Flores, para que acepte ir a la alcaldía de Lima. Y por la misma razón.
–¿No crees que hay en ello cierta lógica? Si se lanzan ambos a la presidencia apuntan casi al mismo electorado y se anulan mutuamente.
–Claro, habría una extrema competencia por el centro, un espacio en el que compiten Castañeda, Lourdes, y Toledo. No era lo mismo hace algunos meses, cuando lo que se diseñaba para algunos era una competencia de extremos, con Humala en un lado y Keiko Fujimori en el otro. Pero eso, creo, era más un deseo que una realidad. Es el error de tratar de colocar a los candidatos solo en una suerte de continuo izquierda-derecha al modo de un estante, donde al sacar a uno se cree que se beneficia al más próximo. Cuando preguntamos en un sondeo: ¿por quién votarías si tu candidato favorito no se presenta? Obtuvimos una inesperada correspondencia entre Ollanta y Keiko. De faltar uno, sus electores se trasladaban al otro. Creo que el panorama no se puede mirar como si fuera lineal y plano. Hay que mirarlo en 3D, pues hay una serie de variables que, de otro modo, se pierden.
–¿Y crees que Castañeda ha logrado ya ser reconocido a nivel nacional?
–Sí. El solo hecho de ser alcalde de Lima lo favorece, pero además tiene algo que ningún otro alcalde-candidato ha tenido y es que no se le asocia con un origen limeño. Él es chiclayano, y eso podría contribuir a ganarle el norte, que al sumarse a Lima basta para ganar una elección. En ese sentido, Castañeda está muy bien ubicado. Cuenta, además, con otros factores que lo favorecen. El primero es su gestión, el segundo es que tiene la menor resistencia en el menú de precandidatos. Si pasara a segunda vuelta, les gana a todos.
–¿Y cómo ves a Humala? ¿Crees que el pronunciamiento de este comité de intelectuales que apoya su candidatura lo puede haber beneficiado?
–Sin desmerecerlo, creo que hay algunas movidas que solo tienen repercusión a nivel de las élites. Puede ser que influya en un sector intelectual o creador de opinión, pero no a nivel del votante. No hay que olvidar que seremos más de 18 millones de electores. Hemos medido el interés por la política en época no electoral y se sitúa entre un 15 y 20%, no más.
–Humala ha contado con cinco años para organizar un partido a nivel nacional y no repetir los errores que cometió al elegir a su representación parlamentaria.
–Organizar un partido en el Perú es una tarea titánica y que no augura resultados ciertos. Puedo asegurar que en el país no se han creado organizaciones con posibilidad de una cierta permanencia en el tiempo. En el caso del PNP, no hay duda de que su bancada ha creado una imagen de falta de cohesión, mal desempeño y ausencia de liderazgo. Pero incluso si, como parece, el PNP cuenta con mejor organización, es un dato que este grupo de intelectuales que lo apoya no sean miembros del partido. Además, lo que Ollanta pueda haber ganado en experiencia, lo pierde –y cualquier otro– como outsider: ya no lo acompaña el deslumbramiento por lo nuevo; es alguien a quien ya se conoce, en sus fortalezas y debilidades, y que debe buscar sus ventajas en cómo se ordena frente al fraccionamiento y dispersión de candidatos que se viene. Si logra estar entre los primeros, mantendrá posibilidades.
Keiko y sus dilemas
–Keiko Fujimori ha registrado un bajón en las encuestas y su candidatura se ha despintado. ¿Podría ser algo provisorio? ¿Crees que vuelva a despuntar?
–Keiko tiene el anverso y reverso de estar asociada a su padre. Es absolutamente dependiente de AFF y si bien eso le da un núcleo duro de voto –que se elevó a un nivel importante durante el primer juicio a AFF– ya hemos visto que el segundo y el tercero despertaron mucho menos interés. Es verdad que no está de modo activo en la escena electoral, pero está claro que el efecto que le transmitió su padre ya no le es suficiente. Ese globo perdió oxígeno, aunque no sea para nada insignificante, pues le funciona sobre todo en provincias y con sectores pobres, como una suerte de Odría en los 60.
García y Del Castillo
–¿Tendremos a Alan García de gran elector en el 2011?
–No me parece. En torno a esto hay dos mitos: que él decidió en 1986 el triunfo de Del Castillo a la alcaldía de Lima y que inclinó en 1990 la balanza en contra de MVLL. No es así. Es posible que reforzara en algunos casos la intención de votantes por Del Castillo o contrarios a MVLL, pero una intervención presidencial determinante no ocurre en ninguna parte. Acabamos de verlo en Chile, donde la intervención de Bachelet (que tiene más del 70% de apoyo) no bastó a Frei para ganar. Pero que no sea el gran elector no quiere decir que no vaya a tener una participación. Eso dependerá de sus impulsos: es una persona que no puede dejar de intervenir. Cuando afirma que el outsider podía ser el candidato aprista, sabe bien que un outsider no puede provenir de un partido, pero lanza la frase confiando beneficiar al APRA de la magia del término.
–¿El autolanzamiento de Del Castillo obedece a que siente que este es su momento porque el 2016 será Alan García y luego en el 2021 será muy tarde?
–Estoy seguro de que sí. Nada impedirá que Alan García sea candidato el 2016 y mucho de su actuar actual ya está encaminado a que en su página histórica figure como el único en haber sido elegido tres veces presidente por vía democrática. Creo también que AGP preferiría no tener un candidato aprista, pero no podrá evitarlo. En elecciones generales no funciona la figura del buen vecino y no podrá convencer al APRA de votar por alguien que no sea del partido. Eso lo obliga a pensar en los que están adentro, y ahí sí puede tener un juego. Creo que aún no tiene su carta interna, aunque en el PAP hay presiones para elegir ya a los candidatos. Por eso Del Castillo ha hecho la única jugada que le quedaba, y es hacer valer el liderazgo que adquirió en el PAP en ausencia de Alan García y que podría también ser administrado hacia fuera, en el sentido de generar adhesiones más allá del elector propiamente aprista. Habrá que esperar.
–¿Debería Lourdes ser candidata a la alcaldía de Lima?
–Si Castañeda deja la alcaldía, Lourdes tiene grandes posibilidades; pero si se queda, no hay nadie que pueda impedirle ser alcalde otra vez. A Lourdes podría convenirle pues no solo eliminaría a Alex Kouri, sino que podría dejar atrás su imagen de perdedora. Tiene la ventaja, además, de que su mandato en la alcaldía acabaría el 2015 y no se le cruzaría con una posible aspiración nacional para el 2016, si lo hace bien. También tiene el riesgo de que jugar en una liga menor y perder la liquidaría.
Pero igual podría sucederle en la presidencial del 2011, donde un porcentaje altísimo cree que no ganaría. La otra posibilidad, una vez alcaldesa, es que acepte ir a una vicepresidencia en la plancha de Castañeda. Creo que tiene que pensarlo muy bien.