El candidato Alex Kouri viene desarrollando un extraño discurso para defenderse de la estrategia de la decencia con que lo tiene arrinconado Lourdes Flores. Tres ideas destacan en sus más recientes declaraciones: "Ya asumí mi responsabilidad en el caso Montesinos", "Solo puede cometer errores quien ha hecho algo en la vida" y "La legitimidad nace de las urnas".
Suponemos que lo primero quiere decir que no fugó y en cambio fue investigado por su actuación en la salita del SIN, y exculpado. Esto es en efecto así, pero de ninguna manera borra la impresión de que él es el tipo de persona capaz de haberse asociado con Vladimiro Montesinos, como consta en los vídeos. La decencia a la que alude Flores es sobre todo un tema de carácter.
La idea de que solo yerran quienes han hecho algo en la vida quizás alude a que sus errores fueron producto de su gestión. En todo caso estos no terminaron en la salita del SIN, sino que continuaron. Debemos suponer que el allanarle la cobranza de un peaje infame camino del aeropuerto a una empresa privada, acto que la justicia ha revertido, es otro de esos errores de los que hacen pero se equivocan.
Su concepto más problemático es el tercero, que apunta de manera directa a derecho a la impunidad de quienes ganan elecciones. Es perfectamente falso que la legitimidad nazca de las urnas. Se necesita bastante más, y lo que Kouri llama errores pueden liquidar la ilegitimidad ganada en elecciones libres, como de hecho sucede tan a menudo en el país. La legitimidad nace más bien de un código de conducta.
Este sistema de pensamiento le funcionó en el Callao a Kouri durante los años en que una parte del electorado se volcó hacia el fujimorismo como una manera de castigar a un Alejandro Toledo impopular, y estuvo dispuesto a olvidarlo todo. Pero eso ha cambiado. El antigobiernismo furioso de estos días se expresa como una nueva intolerancia frente a la corrupción, su pasado, su sombra, su sospecha.
Algo sabe Kouri sobre cómo se vienen las encuestas, pues de otro modo no dedicaría tanto esfuerzo a dar cuenta de su pasado junto a las grandes ligas del autoritarismo. En cambio Keiko Fujimori prefiere no tocar esos temas, se mantiene distante de Kouri y espera que algún milagro le termine de lavar la cara antes del 2011. Pero Kouri no tiene tanto tiempo, claro.
Pero su problema no es solo de errores. En lo que va de la campaña su prestigio de administrador municipal eficaz se ha ido despintando, a medida que sus rivales han ido mirando más de cerca su gestión. Esta puede terminar siendo vista solo como la construcción de autopistas elevadas por encima de las mismas casuchas pobres de siempre, rodeadas por los hampones tradicionales de toda la vida.
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