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La reacción de Luis Castañeda a la fiscalización periodística sobre su gestión edil es inaceptable en una democracia y produce legítima sospecha sobre el respeto a la libertad de expresión si él ganara la Presidencia.
A Castañeda le incomoda el periodista que entiende el oficio como el planteamiento de temas que preocupan a la gente y que la autoridad quisiera meter bajo la alfombra. Cree que la prensa solo es un instrumento para comunicar sus logros.
Luego de que él culminara su primer período, pensé que se la había llevado muy fácil porque, en general, la prensa lo había dejado muy suelto. Por ello, cuando dirigía Perú.21 decidí iniciar un seguimiento periodístico riguroso de su desempeño.
La primera sorpresa fue que él ni siquiera permitía que un reportero ingresara a las sesiones públicas del Concejo. Recién abrió la puerta cuando amenazamos con ir con un policía y un notario para dejar constancia del impedimento ilegal.
Después , el periodista Daniel Yovera informó en dicho diario de la sospechosa operación de Comunicore. La respuesta fue denunciarlo. Otros temas cuestionados –por varios otros medios– son el sobrecosto del Metropolitano y los accidentes durante la fase de prueba, así como la situación inaudita de que todavía no se tenga una precisión de la fecha de inauguración.
En lugar de responder a críticas como el hecho de que un chofer del Metropolitano tenga un prontuario vehicular con noventa papeletas, Castañeda ha salido ayer con un comunicado insólito en el que se queja de un supuesto desbalance entre la información sobre él y sobre Alejandro Toledo –olvidando que él es una autoridad en ejercicio y el ex presidente no–; cuestiona la publicación del artículo de un ‘chakano’ en su página editorial; y anuncia que efectuará denunciar ante el Consejo Interamericano de Prensa, el Consejo de la Prensa Peruana y la Defensoría del Pueblo porque los medios del Grupo El Comercio no lo apapachan como a él tanto le gusta.
¿Qué le pasa al alcalde? Quizá sus actitudes abiertamente antidemocráticas sean consecuencia de no haber concedido, en mucho tiempo, una entrevista periodística verdadera y no esas ‘mentirosas’ con preguntas negociadas que parecen publirreportaje. O, también, de parar con un entorno proclive a pasarle la franela con entusiasmo, como el congresista Walter Menchola, quien acaba de decir que “el Metropolitano está causando envidia en quienes no aceptan el éxito ajeno”.
Esas respuestas no ayudan a despejar las críticas legítimas al Metropolitano, pero sí confirman que una Presidencia de Castañeda sería un riesgo enorme para la libertad de expresión en el país.
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