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domingo, 21 de febrero de 2010

Perú21.PE

Política | Dom. 21 feb '10

Kouri

Autor: Pedro Salinas

La sala era austera. Un sofá, un par de sillones de cuero, un puf, una mesa de centro, una lámpara y un huachafo cuadro que colgaba de la pared, formaban parte del escenario del 'Doc’. Por ella desfilaban los capitostes del régimen, los futuros tránsfugas, los mercenarios del periodismo, los militares con parche en el ojo, y los conspiradores ad honórem, como Álex Kouri. Ahí se reunían para intrigar, para complotar, para trapichear. Con un único propósito: retener en el poder, como sea y a la mala, al sátrapa Fujimori.

Kouri, por ejemplo, se tomaba su trabajo en serio. Había subordinado su vida a sus ambiciones políticas. Y, en ese afán, desdeñaba todo lo que constituyese un obstáculo para sus fines. Como la democracia, verbigracia. O la dignidad. Aunque no sé si en ese orden. Juzgaba que el poder es como una amante excluyente, tipo Glen Close en Atracción fatal. Llegar a él, al poder, es una cuestión de tiempo y trabajo (sucio), se decía. Hasta que la inspiración tocó a su puerta. Esa que es como un fantasma, de la que todo el mundo habla pero nadie ha visto. Pero, claro, ya saben, llegó con la cara y la voz de Vladimiro Montesinos, cosa que no le disgustó para nada, por cierto. Al contrario. Le encantó.

Y, ni corto ni perezoso, le dijo a Montesinos, o al fantasma, o al poder, porque el 'Doc’ era eso, y más, yo podría trabajar con ustedes, en conjunto, en tándem, les puedo ayudar a derrotar a Andrade, y les puedo tender puentes con el Apra, con el PPC, o con quien quieran, y puedo además ser su candidato encubierto, asolapado, caleta nomás, con tal de que me ayuden en la reelección en el Callao.

Montesinos, que había advertido la mirada ávida del angurriento, acentuó el rictus que fungía de sonrisa, y le dijo: entonces yo del Callao me olvido. Sin duda, añadió el otro, el Álex. Y Kouri le explicó su plan. Yo puedo salir en un medio de información y decir: me interesa la opción de Lima, y desde esa posición, atacar a Andrade, para desacreditarlo. Y luego de un palabreo barroco e interminable, como para apantallar, le quedó claro a Montesinos que tenía al frente a un nuevo vasallo, utilitario para sus fines (y, encima, gratis), que quería pasar como un candidato trucho, supuestamente independiente, aunque exageradamente engolado. Eso es fundamental, le dijo 'Vladi’. Eso es lo mejor para nuestros propósitos, para que no te liguen con nosotros, le secundó Luz Salgado, quien acababa de darle el último sorbo a un jugo de piña con papaya, servido atentamente por el mozo de la salita más famosa del Perú.

La figura va a ser así, ordenó Montesinos. Mañana das una entrevista para Canal 4, eso te lo van a rebotar en todos los periódicos, luego conversas con Expreso. Vamos a coordinar con Canal 4 para que con cualquier pretexto vayan al Callao. ¿Podría ser a las diez u once de la mañana?, preguntó el asesor. A las diez de la mañana, con todo gusto, respondió el otro, el Álex, el flamante lacayo.

De pronto, Montesinos sintió como que estaba frente a una amistad hecha de sobreentendidos, que le latió sincera, empática. Se paró sin avisar y salió fuera de la habitación para hacer una llamada. Al poco, regresó. Listo, entonces mañana a las diez de la mañana van a ir del Canal 4 a la municipalidad para preguntarte sobre las medidas de prevención ante el problema del Niño, le anunció el alfil de Fujimori. Correcto, asintió el aplicado y serpenteante Kouri. Después sale la pregunta: qué piensa usted sobre la postulación a la Alcaldía de Lima, dijo Montesinos. Muy bien, acotó el aprendiz de entenado. Si hubiera alguna pregunta que no convenga, entonces la editamos, añadió el verdadero dueño de Canal 4. Y después de redundar en el objetivo de perjudicar a Andrade, el 'Doc’, interrumpiendo las infinitas maquinaciones del alcalde chalaco, le dijo algo así como que estaban sellando “un compromiso de caballeros”. Estamos trabajando juntos, enfatizó. Muy bien, finalizó el otro, el Álex.

Se fueron despidiendo. Abrazos. Besos. Sonrisas. Sonrisas que marcaban las arrugas, y que, en el caso de Kouri, parecían muecas que impedían verle la dentadura superior, bailándole dentro, en alguna parte de su trajinada alma, una risa de hiena que retumbaba en su cabeza. Chau, nos vemos, le dijo 'Vladi’. Y la Salgado, antes de que cierren la puerta, le espetó: Oye, esta reunión también es top secret, ¿ah?

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