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La encuesta de la PUPC que se publica en esta edición de La República indica que aún no se detiene la tendencia al alza de Susana Villarán y a la baja de Lourdes Flores, y que la diferencia entre ambas se ha ampliado de tal manera que, a dos semanas de la elección, es muy probable que, casi tres décadas después, Lima vuelva a tener una alcaldía de izquierdas pero esta vez conducida por una mujer.
Hace un tiempo, Fernando Rospigliosi escribió un artículo irónico en este diario sobre los que profetizaban resultados de la elección presidencial a partir de encuestas señalando, que un año antes, en el Perú, estos sondeos no sirven para nada.
Es cierto. Como sabemos pero olvidamos con frecuencia, las encuestas solo sirven para saber cómo marcha la carrera pero no para adivinar resultados. Esto ha vuelto a constatarse en esta campaña en la que, hace solo ocho semanas, Villarán era una candidata de 4% y, hace un mes, de 14%, momento en el que escribí una columna con el mismo título de esta. Pero en esta segunda vez, con una diferencia para Villarán de 43-28 con mención y 32-26 con cartilla, el ‘¡Oh Susana!’ parece definitivo.
Ya se sabe que en elecciones peruanas nada está definido hasta que se cuenta el último voto pero, salvo que se difundiera pronto el improbable audio con la voz de Villarán coimeando a los propietarios de los medios que, queriendo demolerla, la hicieron conocida, para ganar ella solo requeriría: a) no meter la pata; y b) informar más que su logo es el FS de Fuerza Social.
Hace un tiempo, Alfredo Torres me comentó que era difícil que surja un outsider pero que, si aparecía, el espacio más probable por el que iba a salir era el de la centroizquierda. Eso es lo que, gracias a varios hechos imprevistos, como la tacha a Alex Kouri, parece estar ocurriendo en esta elección limeña.
Otro hecho que algunos mencionan para explicar el resultado electoral que se está concretando es el apoyo de Jaime Bayly a Villarán y sus críticas a Flores. Eso puede ser un factor relevante en algunos segmentos, pero tengo la sensación de que la gente no decide por los medios. Si así fuera, con todo el coro de ayayeros periodísticos que tiene Alan García, su aprobación sería de 80% como Lula y no tendría la desaprobación de dos tercios de la gente. En el Perú no hay ‘kingmakers’.
La muy probable elección de Villarán se explica por otros factores vinculados a la incomodidad con el sistema político que ella aprovechó bien gracias a que algunos medios la hicieron conocida justo cuando más lo necesitaba. Quien se dé cuenta de eso podría volverse presidente ahorita no más, en el 2011, pero requerirá el trampolín a la fama de los mismos que levantaron a Susana Villarán; que en el 2006 llevaron a Ollanta Humala hasta 48% en la segunda vuelta; y que en 1990 quisieron detener, sin suerte, a Alberto Fujimori.
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